lunes, 19 de septiembre de 2011

Manual de supervivencia para un joven escritor


Lucilio, ahora que escribes poemas, recuerda estos preceptos que te ayudarán a ser digno y coherente con tus principios y en tu vida. Porque no es muy poético que digamos el mundo de la poesía y está llenos de crueles trampas, de las cuales, muchas, si no estás avisado, tú mismo te tenderás a ti mismo.


-        Jamás digas que eres escritor ni presumas de tus versos. La mala calidad literaria, es directamente proporcional a lo bien que el autor habla de su propia obra.

-        Aprende a escuchar los silencios y a obviar las palabras. El mediocre, debes saberlo, buen Lucilio, jamás callará mientras un solo oído quede en el auditorio, aunque no tenga nada que decir ni los demás, nada que escuchar.

-        No quieras escribirlo todo ni quieras leerlo todo a todos. La palabra todo es demasiado grande para caber en el talento y sólo el joven mal informado y el mediocre, se visten de ella; el primero movido por la inexperiencia y el ansia creativa, y el segundo por un extraño complejo de inferioridad disfrazado de grandilocuencia.

-        Folla para escribir, nunca escribas para follar. Lo segundo es patético y nunca funciona. No puedes ni imaginarte, Lucilio, a cuántos ilustres escritores, esta actitud ha condenado al onanismo.

-        Olvida enamorar a alguien con tus versos. El amor es para el que lo conquista, no para el que sueña conquistarlo.

-        No mendigues piedad ni caricias con tus versos. El pan duro que recibe el mendigo, rara vez alimenta el alma.

-        Si te presentas a una chica que quieres sea tu amada, jamás, bajo ningún concepto, digas que eres poeta. Tus probabilidades de enamorarla caerán en picado, aumentando en demasía las de convertirte en su nuevo pagafantas.


-        No alargues tus lecturas más de cuarenta y cinco minutos, e intenta por todos los medios, hacerlas cercanas y amenas, así no correrás el peligro de convertirte en el puto poeta de los cojones que con pedantería, jode la vida al respetable.

-        En la medida de lo posible, no des explicaciones sobre tus poemas. Si desnudamos al poema de su misterio, ¿qué le quedará de su poesía?

-        No des demasiadas lecturas ni te pongas de moda, ni pongas de moda alguno de tus poemas. Las modas pasan y la gente, por inercia, convierte lo que antes era genial, en basura. La poesía, Lucilio, no debe convertirse nunca en un producto de usar y tirar.

-        Recuerda también, Lucilio, que pretender vivir de la poesía es como intentar pescar en una piscina pública: conseguirás irritar a algunos bañistas, pero los peces no se multiplicarán en tu mesa.

-        Así mismo, procura no repetir demasiado a las mismas personas, los mismos poemas. Es preferible hacerse de rogar, a ser oído con displicencia. Al igual que la canción que nos fascina durante un tiempo y que escuchamos cientos de veces, antes de cansarnos de ella, los poemas también se desgastan y lo que antes producía placer y sorpresa, termina por causarnos un profundo e irritante hastío.

-        Ser uno mismo es lo primordial, así que de lo que veas o leas, intenta no copiar nada, sólo retener y tomar tus propias conclusiones. Tener ídolos no ayuda a esto. Te aconsejo, Lucilio, quemar a todos tus becerros de oro. Y qué mejor manera que conocer la vida de quienes admiras para desmitificarlos.

-        Sobre dar consejos, sé que no soy el más indicado para decírtelo, pero intenta dar pocos y bien escogidos. El exceso de información, convierte la genialidad en baratija.

-        No intentes jamás ir de sabio por la vida. Te saldrán al paso otros más sabios que tú, refutándo desde una vergonzosa ignorancia, tus argumentos. Evita esa vergüenza ajena y discutir con tales individuos, pues en estas lides, corres el riesgo de que los que observan, no sepan distinguir cuál de los dos es el imbécil.

-        De cada cien libros que leas, guarda sólo tres en tus estanterías. De cada cien personas que conozcas en este mundillo, guarda sólo una en el lugar reservado a la amistad.

-        Sé sincero en la crítica con el mal poema del amigo, y cruel en la crítica al mal poema del enemigo. Con el tiempo, ambos te lo agradecerán.

-        No comercies con las ilusiones de otro. Quien no tiene talento, no tiene talento y punto. Con la mentira no comprarás amor ni amistad sinceros. Siempre es más conveniente tener buenos enemigos, a tener amigos y amantes comprados.

-        No busques jamás la complacencia de los artistas consagrados, Lucilio, a no ser que te guste que te enculen con el ego y la pedantería como lubricantes.

-        Si el chiste es bueno, ríete del chiste. Si el chiste es malo, ríete de quien lo cuenta.

-        Si el poema es bueno, aplaude el poema. Si el poema es malo, ríete de quien lo lee.

-        Contra la hipocresía, utiliza siempre la ironía. La irritación produce úlceras terribles.

-        Nunca subestimes a nadie por su juventud. Rimbaud, con sólo dieciséis años, plantó la semilla de toda la poesía actual.

-        Desconfía de cualquier escritor mayor que tú, que te diga que tienes mucho que aprender. Todos tenemos siempre mucho que aprender, Lucilio, independientemente de la edad que tengamos, y estas evidencias sólo anuncian la ignorancia del que pretende enseñar algo.

-        Desconfía de los premios literarios. Casi nunca lo ganan los mejores, sino los más convenientes, algo que se hace más patente cuando la importancia del galardón es mayor.

-      Huye del halago y escucha abiertamente las críticas. El primero no te aportará absolutamente nada, y las segundas te mostrarán, si sabes cribarlas bien, los defectos que puedes pulir en tus escritos.

-  No leas a Machado sólo porque te aconsejen leer a Machado. Ante una recomendación tan tópica, es lícito al menos sospechar que el que te lo recomienda ni siquiera ha leído a Machado.

-        Lee mucho, incluso a buenos escritores. Hasta de los genios puede aprenderse algo.

-        Llama siempre a las cosas por su nombre, aunque para ello tengas que usar otras palabras ajenas.

-        Sonríe, sonríe siempre, Lucilio, incluso a los que no te caen bien. Guarda tus vómitos para la intimidad. Créeme, tarde o temprano, ellos entenderán tu sonrisa.

-        Ríete de quienes se lo merezcan y respeta a quien se gane tu respeto. El mediocre, hasta en la risa verá un halago, por lo que es lícito mofarse, ya que no se hace daño a nadie.

-      Di siempre la verdad, toda la verdad, aunque para ello tengas que usar mil mentiras.

-        Y recuerda sobre todo esto, Lucilio, no escuches consejos de nadie, ni siquiera míos. El maestro siempre querrá que escribas y seas como él, porque todo ser intenta proyectarse a sí mismo en la existencia. Así serás tú mismo siempre y no parte de la infinita consecución de proyecciones en la que se ha convertido la poesía.


Estas cosas te sugiero desde mi humilde conocimiento. Espero, Lucilio, que te ayuden a ser mejor persona y a navegar por el mundo literario, sin naufragar en las numerosas islas que habitan los mediocres. Que tu odisea, buen Lucilio, sea siempre, en la medida de lo posible, propicia, y que, incluso en la adversidad, mis palabras sirvan para dibujar en tu rostro una sonrisa y en tus ojos una luz de esperanza.

Buen viaje, joven amigo.






Daniel Salguero Díaz
Huelva, a 16 de septiembre de 2011